Por Jaime Restrepo Vásquez
Después del holocausto del Palacio de Justicia, resultaba difícil pasar por los escombros de un edificio que representó, durante décadas, la majestad de la justicia colombiana. Desde la carrera séptima era posible ver el interior incinerado, lleno de cochambre, desorden y caos. Era, a todas luces, el testimonio de la demencia de quienes pensaron que el operativo les saldría tan bien como el que perpetraron contra la Embajada de República Dominicana.
Mientras uno caminaba por la séptima, de sur a norte, el silencio de los transeúntes era aterrador. La gente pasaba rápidamente por el lugar, para no pensar ni sentir el desasosiego que despertaban las ruinas. Incluso, se podían adivinar los gritos de espanto de las más de 100 víctimas, quienes padecieron la acción demencial de un grupo narcoterrorista como el M-19. Uno pasaba por ahí, una y otra vez, y no alcanzaba a adivinar siquiera el sufrimiento de los familiares de los funcionarios secuestrados durante la toma.
Muchos de los hijos de los rehenes eran apenas unos niños y algunos de ellos fueron testigos de la angustia, la incertidumbre y el dolor que sintieron, durante dos días, madres y esposas de los asesinados en el Palacio de Justicia. Esos momentos quedaron grabados en la mente y en el corazón de esos hijos de la violencia.
Han sido 40 años de manipulación y falsedades. Casi medio siglo en el cual, la verdad es lo único que no ha importado, pues han sido las conveniencias de los dueños del relato «revolucionario» las que han marcado la agenda del revisionismo histórico que impusieron sobre el holocausto.
¿Cómo entender que el informe del Tribunal Especial de Instrucción, entregado seis meses después de ocurridos los hechos, sea menos importante que una presunta comisión de la verdad que operó 25 años después de la toma? ¿Acaso la cercanía en el tiempo y la posibilidad de contrastar las evidencias todavía humeantes es inferior a las conjeturas y relatos fantasiosos surgidos para lavarle la cara al M-19?
¡Durante 40 años han engañado y manipulado a los colombianos! Es que entre 1985 y 1986, además de la rigurosa investigación del Tribunal Especial, también se conoció el informe del entonces procurador Carlos Jiménez Gómez —a quien pueden acusar de todo, menos de conservador o de derechas— en el que ponderó el derecho de gentes, el derecho humanitario y el doble racero a la hora de interpretar la Constitución, cosa que sigue pasando hoy en Colombia.
Aunque ese informe de Jiménez Gómez deja en evidencia los errores cometidos en la retoma militar, también resulta esclarecedor en cuanto a la responsabilidad primordial del acto terrorista, pues señala al M-19 como culpable exclusivo de los hechos que se desarrollaron en el Palacio y ubica al grupo narcoterrorista como determinador de las consecuencias de la retoma.
Nada de lo anterior les ha importado a los propagandistas del comunismo, que siempre han intentado justificar la acción con mitos, leyendas, cuentos y falacias que solo quienes desconocen los hechos, ya sea por la distancia del tiempo o por ignorancia, terminan convencidos de la bondad de los narcoterroristas y de la monstruosidad de los militares que participaron en la retoma.
Lo peor, sin embargo, es la actitud psicopática de Petro
al revictimizar
a los hijos de los magistrados asesinados, incluso pidiendo peritajes forenses
que sustenten la responsabilidad del M-19 en el fusilamiento de varias
víctimas. ¿Qué clase de monstruo pasa por encima del dolor y del vacío de las
víctimas para tratar de justificar al grupo narcoterrorista en el que militó?
Los testimonios de quienes lograron sobrevivir al holocausto coinciden en señalar a los narcoterroristas del M-19 como verdugos de varios de los magistrados, lo que coincide con el reporte del Tribunal Especial de Instrucción e incluso, con el informe del procurador Jiménez Gómez.
Pero a Petro, eso no le interesa, porque destruye sus relatos fantasiosos y acaba con el esfuerzo propagandístico de personajes siniestros como Olga Behar, quien publicó tres años después de la tragedia una novela-propaganda denominada Noches de humo, que cuenta la historia de una terrorista que logró salir con vida del Palacio. ¿se imaginan que en España hubiesen convocado a Al Qaeda para debatir y explicar los atentados del 11 M?
Pues resulta que el testimonio sesgado y «revolucionario» de una terrorista sobreviviente ha sido considerado por la izquierda colombiana como el único documento válido sobre lo ocurrido en el Palacio de Justicia… ¡Imagínese, una novela sobre una terrorista convertida en verdad revelada! El absurdo de la posverdad.

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