Por Jaime Restrepo Vásquez
Ni en los tenebrosos tiempos de Ernesto Samper, Colombia vivió semejante descrédito internacional. Las premoniciones de que Petro sería un líder mundial por los disparates sin sustento que predica a menudo, terminaron demolidas por la misma comunidad internacional: Petro es un paria, y por ese mismo camino está llevando a nuestro país.
El primer fuerte golpe de realidad lo recibió el
presidente al pretenderse osado e irreverente frente a sus colegas europeos. En
una zasca monumental en Sevilla, Macron, el presidente de Francia, lo puso en su lugar: le
exigió respeto por atreverse a darles consejos que no le habían pedido, lo
ubicó en la realidad de la migración como un factor que va más allá de los
trasnochados conceptos de izquierda y derecha y lo señaló como un tipo básico
que simplifica los hechos y que está anclado en el enfoque poscolonial.
Semejante humillación dejó tirado a Petro en la lona, con
todo y ese ego injustificadamente inflado que lo acompaña a todas partes. Allá
no pudo decir que él es el comandante en jefe, que es el presidente que manda y
que todos menos él son inútiles y brutos. En síntesis, el francés puso al narciso
en su lugar después de una tremenda paliza que no se olvidará en varios años.
Aun no se reponía de la zarandeada que le propinó Macron
cuando la niña de sus ojos, la cómplice, la alcahueta e incluso la Celestina de
Yepes y demás le notificó su renuncia, no sin antes amenazar veladamente al
gobierno. Ella, que soportó las «agendas privadas» de Petro, las rabietas que
tienen los mediocres cuando se enteran de que nada les funciona, los pleitos y
divisiones en un gobierno caníbal —como ocurre en todos los mandatos
socialistas—; no aguantó más y le dio un portazo en las narices a ese que le confió tantos
secretos.
Mientras Petro leía la diatriba de Laura, uno supone que inmerso en un viaje
de «café con leche», le informaban que el Departamento de Estado había
anunciado la cancelación de la visa de varios funcionarios como respuesta a la
torpeza infinita de no extraditar a los narcos a quienes les está cumpliendo el
Pacto de la Picota.
Sin embargo, como Petro no sabe inglés —en realidad, difícilmente podría considerarse que maneja mínimamente el castellano— estaría esperando a que alguien le tradujera lo que dijo el gobierno de Trump. Pero el castillo de naipes del «líder mundial» siguió derrumbándose.
Humillado, vapuleado,
traicionado y con sus aliados sin visa, Petro se enteró de que Washington llamó
a consultas al funcionario de mayor rango en la embajada de los Estados Unidos
en Colombia, un asunto de enorme gravedad si se tiene en cuenta que el país del
norte sigue siendo nuestro principal socio comercial.
De hecho, el llamado a consultas podría terminar en la
ruptura de las relaciones diplomáticas, lo que tendría enormes consecuencias
fiscales, económicas, tributarias, sociales y militares para nuestro país.
Si a lo anterior se suma el informe de la ONU sobre el aumento
de los cultivos ilícitos y de la cocaína producida en Colombia, lo que se
avecina es, indudablemente, la descertificación plena al gobierno colombiano
por sus pocos esfuerzos y nulos resultados en la lucha contra el narcotráfico.
El «líder mundial» que decían que era respetado y admirado en
todo el planeta, solo necesitó una semana para irse de bruces contra la
realidad: lo humillaron en público, frente a cámaras de televisión, Sarabia lo
abandonó por «principios y valores» que de por sí fueron muy laxos pero que no
pudieron estirarse más, les quitaron la visa a los primeros funcionarios de una
larga lista que pronto recibirá la notificación, las relaciones con Estados
Unidos llegaron a un punto de máxima tensión y la descertificación se ve a la
vuelta de la esquina.
El «líder mundial» está desnudo ante el mundo, con todas sus miserias expuestas: sus bravuconadas, sus
osadías y su insolencia le han pasado factura… ¡Y de la peor manera posible! Por desgracia, el
precio de la estupidez doctrinaria de Petro lo pagaremos todos. Estábamos advertidos.
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