PETRO, LA «VÍSTIMA»

 


Por Jaime Restrepo Vásquez

La estrategia favorita de Petro para hacer política, además de la violencia, es victimizarse: lo hizo cuando era un terrorista activo, cuando fue alcalde de Bogotá y lo sigue haciendo ahora como presidente.

La victimización más reciente proviene de la decisión de la Comisión de Regulación de Comunicaciones de impedirle expropiar los espacios televisivos para que se explaye en su verborrea inconexa y bestial, como lo hacía el dictador Chávez, ante una audiencia aburrida e impedida de decidir libremente lo que quiere ver en su tiempo de ocio.

Es que la CRC le negó una solicitud para emitir una alocución presidencial en televisión nacional, pues el requerimiento no cumplía con los criterios de urgencia y excepcionalidad que justificarían la interrupción de la programación habitual.

Ante esa decisión, Petro se victimizó y dijo que estaba siendo censurado en su propio país. Entonces, de inmediato, su servil compinche anunció que transmitirá las elucubraciones presidenciales a través de los medios oficiales y de RTVC, conocida como TelePetro.

Es que a Petro nadie lo está censurando, pues tiene a su disposición los medios pagados del gobierno, con un esbirro como Hollman Morris dispuesto a jugarse la vida por su líder intergaláctico y transmitir la cháchara absurda sin restricción alguna. Es de Perogrullo, pero la censura implica el silenciamiento absoluto y si dispone de una ventana para acariciar su narcisismo —como TelePetro—, pues sencillamente dicha censura es un recurso de victimización y nada más.

Hablemos de censura real, como la persecución judicial a quien, en el ejercicio de dicha libertad, critica con rudeza al presidente o a alguno de sus esbirros. Este es el caso de Luz Fabiola Rubiano de Fonseca, quien terminó siendo condenada, en agosto de 2023, por los delitos de hostigamiento agravado y actos de discriminación tras llamar simio a Francia Márquez durante una manifestación pública.

Otro caso de censura y de control del discurso político, es la persecución judicial contra el congresista Miguel Polo Polo, quien fue denunciado, gracias a los testimonios de Petro y de Francia Márquez, también por el delito de hostigamiento agravado. ¡Eso sí es censura, aunque a Petro solo le importan las cortapisas que le impone la ley!

La historia de Petro, la víctima, es larga. Por ejemplo en 2007, Petro acusó al coronel Luis Alfonso Plazas Vega de haberlo torturado. Dijo, en una entrevista en la W Radio, que fue capturado por el Ejército en 1985 y llevado al Cantón Norte en donde aseguró que conoció al coronel Plazas Vega liderando al grupo que lo torturó.

Ahí, Petro quiso convertirse en la víctima perfecta, en el mártir de las huestes «revolucionarias» que fueron sometidas a los vejámenes propios de las dictaduras. Con lo que no contaba Petro es que, según las fechas que el mismo dio, Plazas Vega no estaba en el país, puesto que el oficial salió de Colombia el 30 de septiembre de 1985 y regresó el 27 de octubre de ese mismo año.

Unos años después, en 2013, cuando el entonces procurador Alejandro Ordoñez lo destituyó e inhabilitó por 15 años, el entonces alcalde recurrió nuevamente a la victimización. De hecho, la sanción fue utilizada por Petro para despertar la lástima y la solidaridad de los resentidos sociales y escalar como una figura perseguida que merecía dignidades más altas que la Alcaldía de Bogotá. Es evidente, la estrategia le funcionó.

Es más: en esa oportunidad, Petro distrajo a la ciudadanía con su victimismo, desviando la atención del caos generado por el delirio estatista —muy fascista, como todo lo de Petro— de retornar al fallido esquema de la recolección de basuras por parte del gobierno capitalino. Incluso, el desvarío petrista casi le cuesta la vida a Nolberto Artunduaga, un operario de Aguas de Bogotá que cayó desde una volqueta —porque ni compactadores de basuras había en ese momento en la ciudad— y sufrió un grave trauma craneoencefálico.

Ahora, como presidente, la lista de victimizaciones de Petro es larga y ancha: por lo menos cuatro falsos intentos de golpe de Estado en su contra e igual número de intentos de asesinato coordinados por las mafias de Dubái, o por la extrema derecha o por cualquiera que en sus elucubraciones sea ubicable como enemigo.

Así opera la víctima Petro, el verborrágico que siendo un autodidacta de Netflix —porque el bagaje cultural del presidente, como él mismo lo ha admitido, viene de series y películas— se inventa incluso atentados en proceso con francotiradores y explosivos, muy al estilo de Hollywood.  No hay que darle cuerda, ni motivos, para que siga victimizándose de cara a las elecciones de 2026..

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