Por Jaime Restrepo Vásquez
Está claro: Gustavo Petro está interviniendo descaradamente en política, pues sus peroratas poco a poco se circunscriben a oxigenar la patética campaña de Daniel Quintero Calle a la Presidencia.
Desde el «tarimazo» de Medellín, resultó evidente que el ungido de Petro para las elecciones de 2026 era el hampón que fungió como alcalde de la ciudad. Por lo anterior, no resulta extraño que ahora intente incidir en la campaña presidencial con sus incendiarias palabras —no tiene más, en realidad— para favorecer a su elegido.
Es que Quintero Calle ha prometido «resetear» al país y eso solo es posible a través de dos vías: o la implantación de una dictadura o la convocatoria a una asamblea constituyente. Así las cosas, Petro le da sustento a la promesa de Quintero Calle, pues trata de pavimentar el camino que debería seguir el hampón para cumplir con el objetivo de destruir por completo todo el andamiaje republicano.
Entre tanto, por su lado, Petro sigue empeñado en la convocatoria de una asamblea nacional constituyente para reemplazar la Constitución del 91, esa que afirmó —falazmente— que él mismo ayudó a redactar. Pero ya no le gusta. Es más: le estorba porque esa Constitución le ha impedido consolidar su proyecto socialista y los mecanismos establecidos en esa Carta han sido una barrera formidable que no ha podido superar.
Por todo lo anterior, esta vez en La Dorada, Caldas, Petro insistió en la convocatoria de una asamblea constituyente para que reforme la Constitución y destruya lo que él denomina un «Estado mafioso». Y es en la obstinación de Petro por la constituyente cuando los intereses electorales del presidente confluyen con su ungido Daniel Quintero Calle, pues la babosa propuesta del imputado de «resetear el sistema» es, en la práctica, demoler la actual Constitución y elaborar una nueva que se ajuste a los intereses delincuenciales del candidato y de sus secuaces.
Para Quintero, hay que cerrar el Congreso, que según él es la madre de todos los males para rediseñar el sistema político… y de paso el económico, el judicial y todo el andamiaje republicano en general.
Es que Petro y Quintero han asegurado que la Constitución del 91 es inútil y por tal razón, ambos personajes se matriculan en el anhelo de redactar una nueva carta magna que responda a las necesidades contemporáneas, es decir, sus propias necesidades e intereses, porque para ambos, no existe nada más que el yo narciso del que ven a diario en el espejo.
Pero las coincidencias no paran ahí. De hecho, Quintero ha señalado que no se trata solo de cambiar al presidente sino de desmantelar estructuras tradicionales y, como lo afirma Petro con inusitada frecuencia, dichas estructuras perpetúan la desigualdad, el estancamiento y la corrupción… Y si hay alguien que sabe de corrupción es el ungido de Petro.
Así las cosas, Petro le está haciendo campaña a Quintero Calle, difundiendo con el pleno poder de la Presidencia el tema de la constituyente que propone el imputado exalcalde, con el propósito de esparcir la idea en todo el territorio nacional al punto de normalizar el asunto en la mente de los colombianos.
No obstante, lo que no han calculado ni Petro ni Quintero es que la convocatoria de una constituyente es un tiro al aire, puesto que el trámite es dispendioso. Además, ninguno de los dos ha contemplado una realidad innegable: si en 2022 los votos contra Petro fueron más de 10 millones, y solo ganó por 700 mil sufragios de diferencia, eso significa que hay un importante porcentaje de ciudadanos que volverían a las urnas con el propósito de lograr mayorías antipetristas en la asamblea.
Si a lo anterior le sumamos casi cuatro años del desastre Petro en la Presidencia, con sectores que pasaron del apoyo al rechazo iracundo contra el mandamás, unido a lo que han marcado las encuestas en los últimos tiempos —54 % de desfavorabilidad consolidada—, el resultado es que Petro podría haber perdido entre cinco y seis millones de los votos que lo llevaron a la Casa de Nariño y, por consiguiente, esos ciudadanos respaldarían a los miembros de la asamblea constituyente que estén en la orilla opuesta de Petro y sus desvaríos.
De esta manera, el petrismo con Quintero Calle a la cabeza, estaría fraguando su eliminación definitiva, abriendo el camino para una Constitución con una estructura de liberalismo económico, conservadurismo y libertarismo que impulse el libre mercado, la reducción del Estado y la menor intervención en la economía, es decir, una carta magna completamente antagónica a lo que Petro y Quintero sueñan.
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