Por Jaime Restrepo Vásquez
Menos del 10 % del aforo de la Asamblea de la ONU se aguantó la perorata de Petro. Es decir, el 90 % de los asistentes se abstuvieron de presenciar la «inteligente y académica» exposición de Petro en Naciones Unidas.
Esta es la realidad del «éxito» de Petro en Nueva York: un tipo que tiene hartos a los gobiernos de la mayor parte del mundo, salvo que sean también miembros del club de los parias en el que el presidente nos está matriculando a los colombianos.
Sin embargo, intentando repetir una mentira para convertirla en verdad, las bodegas y las instituciones comenzaron a posicionar el eslogan goebbeliano de “Petro líder mundial”. Una vez más, en esa reiterada práctica nazi de mentir y mentir hasta que la gente crea que es verdad, los influenciadores con moral tercerizada del petrismo quisieron hacer pasar a Petro como alguien de otro mundo, como el líder que el planeta entero escucha con atención.
Esos, los tercerizados, más los mediocres estrategas de Petro, siguen creyendo que insultar la inteligencia de la ciudadanía es favorable a los intereses del comunismo: ¿acaso las imágenes que ellos mismos transmitieron no mostraron una sala prácticamente vacía?
¿En qué universo paralelo, puede decirse que alguien es líder
de algo, cuando nadie lo quiere siquiera oír? Lo de Petro en Nueva York es otro
estruendoso fracaso, transmitido en vivo y en directo para todo el mundo.
Por más que intenten difundir falacias, la realidad es que los colombianos estamos viendo lo que pasa y, en primera fila, pudimos observar el desprecio que siente el mundo libre por la figura y los disparates que plantea el orate bananero de Gustavo Petro. Por eso, en medio del desespero, les tocó publicar una foto de Lula, el corrupto que gracias a tecnicismos fue absuelto, abrazando al «líder mundial» en los Estados Unidos y de una especie de selfie con Macron, seguramente bajo la amenaza de una cachetada si no accedía a la foto.
Al ver lo que estaba pasando en el salón de la Asamblea General de la ONU, cuando se desocupaba con rapidez ante la llegada de Petro, era posible imaginar que quienes abandonaban el lugar gritaban en su mente ¡fuera Petro!, tal y como ha pasado en Colombia en estadios, conciertos, eventos y hasta en fiestas de cumpleaños.
Aunque los influenciadores de moral tercerizada hagan su mayor esfuerzo —que no es mucho debido a sus limitaciones intelectuales, laborales, académicas, éticas y morales— la realidad es que la promesa de un líder intergaláctico tampoco se cumplió y, por el contrario, Petro está siendo tratado como un paria que despierta repulsión y fastidio en buena parte del mundo. Por eso le toco salir a la calle, parlante en mano, para tratar de sacarle kilometraje al disparate del ejército contra Israel al tiempo que invitaba a los soldados estadounidenses a no obedecerle a Trump... ¡Qué ridículo monumental!
Además, eso de ir a justificar al Cartel de los soles diciendo que la dictadura criminal impuesta en Venezuela es culpa de un tal bloqueo, para luego asegurar que el Tren de Aragua no es una agrupación terrorista sino un grupo de muchachos díscolos no puede considerarse como decir las verdades en la cara del poder.
De hecho, para el mundo, las palabras de Petro confirmaron su alineación y alienación total con los intereses de la narcodictadura cubano-venezolana, con todo lo que tal adhesión representa. Eso, hay que decirles una vez más a los propagandistas mediocres de Petro, no es motivo de orgullo, ni de lanzar fuegos artificiales, ni debería ser material para la difusión. Al contrario: es una vergüenza, pues tal postura, además, no representa la unidad nacional ni es avalada por millones de colombianos.
Veremos si el «líder mundial» logra que Trump lo tome finalmente en serio y sancione a Colombia con aranceles, recortes mucho más fuertes y aislamiento internacional, todo para salir a victimizarse por el «bloqueo» estadounidense. Mucho me temo que esa estrategia del enemigo externo tampoco le va a funcionar porque Petro caza peleas con tirios y troyanos y sus mediocres e ignorantes huestes no saben, a la final, quien debe ser el objeto de sus odios.
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