Por Luis Felipe Gómez Ávila, director de Gómez-Asociados
La iniciativa privada, la libre competencia, el estímulo al
desarrollo empresarial y la prohibición de restringir o impedir la libertad
económica, consagrados en el artículo 333 de la Constitución Política, en el
presente Gobierno, desaparecieron.
Y no solo eso, la libertad en general, también. En Colombia,
la tasa fiscal corporativa es del 35 %, la más alta de todos los países de la
Ocde, además de esto, los costos laborales, especialmente para las pymes, son
exagerados. Pero esto no parece importarle a este Gobierno, pues hace poco se
promulgó la Ley 2466 de 2025, denominada reforma laboral, por medio de la cual
se encarecieron, aún más, los costos laborales, situación que, sin duda, traerá
consigo desempleo y cierre de empresas.
Esto último ha venido sucediendo en cantidades alarmantes,
por ejemplo, en el 2024 aumentó un 24 %, llegando a 209.306 compañías cerradas
en todo el país, y el 98 % de ellas son microempresas, que vale la pena
recordarlo, representan el 92 % del tejido empresarial en todo el país.
No es cierto, como dice la izquierda radical, que estamos
frente a grandes empresas explotadoras de los trabajadores; las grandes solo
representan el 0,5 % de la totalidad de las empresas de Colombia, pero
inclusive a ellas también las están destruyendo, ¿o cómo podemos llamar lo que están
haciendo con Ecopetrol?
Ahora bien, con la nueva reforma laboral se limitó el
contrato de trabajo y se encarecieron los costos labores, y con la nueva
reforma tributaria presentada el 1º de septiembre, conocida como Ley de Financiamiento,
se aumenta el impuesto de renta a las empresas, llegando incluso al 50 %,
tratándose del sector financiero, además de gravar con el IVA a la gasolina,
por nombrar algunos de los cambios. Es decir, se limita mucho más a las
personas y a las empresas, al tiempo que se les imponen mayores cargas
tributarias, ¿dónde queda el poder de decisión?, ¿cómo invertir donde no hay
libertad?, ¿cómo tasas impositivas tan altas van a fomentar la creación de
empresas y de empleo?
Pero, es inclusive peor la actitud del Gobierno: Petro salió
diciendo que los pobres no usan gasolina, seguro cree que la comida de ellos se
transporta en camiones movidos por el espíritu progresista o que las motos y
los buses en que se movilizan funcionan con mariposas amarillas.
Necesitamos más responsabilidad y seriedad, este Gobierno ha
tenido el presupuesto más alto de la historia del país, no se entiende cómo se
ha dedicado a gastarlo a manos llenas, pero no en inversión y progreso, no para
ayudar a la mayoría de la población pobre.
El presidente creyó que lo eligieron para conocer el mundo,
para estar de fiesta, para decir mentiras en redes sociales, atacar a las
empresas y fortalecer a grupos criminales. Lo anterior resulta absolutamente
lamentable, como también lo es todo el equipo de Gobierno: personas que no
están allí por méritos, sino por alabar al pequeñísimo presidente con ínfulas
de emperador, y mientras tanto el país retomando la senda del miedo y el terror
que rondó los temibles años noventa, situaciones que, sin duda, nos hacen
perder cada día más nuestra amada libertad.
No existe nada que dé al ser humano mayor libertad que el
dinero, con plata en tus bolsillos no eres dependiente de nadie, no tienes que
ser sumiso o doblegarte ante nadie, eres libre y, con buenos principios y
valores, seguramente serás muy provechoso y de ayuda para tu familia, amigos y
la sociedad en general, pero ¿le sirve esto a un Gobierno que dice amar a los
pobres? Claro que no, los gobiernos socialistas de izquierda necesitan a la
gente pobre, sumisa y obediente.
Es cierto que aman a los pobres, pero porque los necesitan
en esa condición, y los precisan así para que ellos, los gobernantes, puedan
seguir dándose lujos y vida de millonarios que, sin duda, no merecen. De ahí
que Petro y otros gobernantes como Chávez, Lula da Silva y el prófugo Rafael
Correa odian la clase media, solo al ex M19 se le escucha decir en una
entrevista que “cuando los pobres dejan de ser pobres y tienen, entonces se
vuelven de derecha”, es decir, se debe buscar a toda costa que los pobres no se
vuelvan de derecha, y la fórmula mágica es que sigan siendo pobres, obedientes
y esclavos.
En países como EE. UU., para que la policía pueda detenerte
y requisarte, necesita una sospecha clara de la posible comisión de una
infracción o de un delito, tanto como si vas caminando o en tu vehículo, pues
el Estado debe demostrar la causa del porqué irrumpe y viola tu libertad, tu
intimidad y tus derechos.
En Colombia, por el contrario, agradecemos y deseamos que se
hagan retenes, que se requise a la gente, que nos restrinjan la libertad, pues
no hay libertad sin seguridad, pero en el país del amor y los trenes voladores
de Gustavo Petro, la seguridad es un lujo que muy pocos tienen.
En solo los últimos tres meses, hemos tenido al menos 12
ataques terroristas, todos ellos perpetrados por las guerrillas, a quienes este
Gobierno les ha brindado todas las ayudas posibles. Así pues, en el país mágico
del presidente de la agenda privada, asesinaron un candidato a la presidencia,
han matado personas con un burro-bomba y secuestrado a nuestros soldados, por
nombrar algunos acontecimientos recientes, todo esto, en nombre de una supuesta
paz total.
Luego, cómo no desear que nos esculquen, que nos detengan en
retenes, que nos restrinjan la libertad, mejor perder aquella que la vida, ¿o
no? Colombia debe buscar recuperar su libertad y esta no se consigue sino
obteniendo seguridad, con dinero en los bolsillos, protegiendo a las empresas,
generando empleo, disminuyendo el Estado, fortaleciendo la Rama Judicial y, por
supuesto, a nuestras Fuerzas Militares.
Comentarios
Publicar un comentario