TENGO RABIA

 


Por Jaime Restrepo Vásquez

19 horas. Ese fue el tiempo que tardaron en rescatar a los policías de Antinarcóticos que viajaban en el helicóptero derribado antier en Amalfi, Antioquia.

Evidentemente, la demora ocasionó que la cifra inicial de siete uniformados muertos prácticamente se duplicara, llegando a 13 el número de asesinados por los grupos terroristas que han sido premiados por Petro con nombramientos y la suspensión de las órdenes de captura… Cosas de la «paz total».

¿19 horas esperando atención médica y traslado? Eso es indignante. Esos policías estaban cumpliendo la absurda misión de erradicar cultivos —absurda, porque la erradicación manual termina poniendo a los policías como blancos fáciles para los terroristas… ¡para eso está la fumigación con glifosato! —; ellos no estaban de paseo con la familia, como ocurre con el círculo cercano de Petro que utiliza las aeronaves de la Policía para darse sus «gusticos».  

La escena es perturbadora: el helicóptero es atacado, el comandante reporta la situación en medio del caos, la aeronave cae y mueren de inmediato siete uniformados. Pasan las horas, las heridas sangran, el dolor crece y el frío que presagia la muerte se apodera de los sobrevivientes. Con el paso de las horas comenzaron a morir uno a uno otros seis policías, los que se hubiesen podido salvar si alguien hubiera llegado a tiempo al lugar de los hechos. Pero nadie apareció.

De siete asesinados por los narcoterroristas, otros seis fallecieron por falta de atención médica y eso es responsabilidad de la Presidencia y del Ministerio de Defensa, que indolentes y revanchistas ven como mueren los policías sin compasión. Es la venganza depravada de alguien que, como Petro, por su condición de criminal ahora presuntamente jubilado, odia el uniforme verde oliva y todo lo que representa.

En las peores épocas de violencia en Colombia, el país contaba con muy pocos helicópteros y extraer del área de operaciones a los heridos era prácticamente una odisea. De hecho, muchos heridos de la Policía y del Ejército tuvieron que ser evacuados a lomo de mula, transitando por trochas y durante varias horas, antes de acercarse siquiera a un centro asistencial. Eso ocurría a finales de los 80 y principios de los 90.

Con el Plan Colombia de Pastrana y la llegada de Uribe a la Presidencia, la condición de utilizar los helicópteros donados —o vendidos— por los Estados Unidos únicamente en labores contra el narcotráfico fue eliminada y los equipos de ala giratoria estuvieron disponibles no solo para el transporte de tropa sino para rescatar a los heridos en combate.

Pero llegó Petro y todo cambió. Los helicópteros de las FF.AA. están ahora para transportar a la vicepresidente a su casa en Dapa, o sacar a pasear a la nueva «mejor amiga» de Petro, Juliana Guerrero. En cualquier caso, si siete o 15 policías son derribados en un helicóptero y resultan heridos, pues que esperen, porque las prioridades en el gobierno son muy distintas a lo que indica el sentido común y el verdadero respeto por la vida.

Me duele cada uno de los hombres asesinados no solo por el narcoterrorismo sino por la desidia de Petro y sus ineptos escuderos, incluido el vergonzoso general Sánchez. Eso de que la vida es sagrada para este gobierno es otro mito que se cae por su propio peso, pues solo le interesan las vidas de sus compinches, de sus financiadores y de los cómplices que lo llevaron a la Presidencia, es decir, de los narcoterroristas.

El cruel asesinato del Mayor Carlos Mateus Ovalle, del Capitán Francisco Javier Merchán Granados, del Subteniente Nicolás Stiven Ovalle Contreras, del Subintendente José Camacho Aldana y de los patrulleros José Daniel Valera Martínez, Nayver Fernando Vásquez Zúñiga, Jeison Alejandro Samboní Lazo, Edwin Javier Zúñiga Galíndez, Jhonatan Rodrigo Jiménez Jiménez, Rafael Enrique Anaya Almanza, Juan José Guzmán Duarte, Michael Stiven Astaiza Ortiz y Richard Duván Lagos Calvache llena de ira y dolor a los colombianos con decencia y moral.

No lo duden: son 13 muertos más en la larga lista de cadáveres que va a dejando a su paso el gobierno de la «potencia mundial de la vida» con su Paz Total y la corrupción galopante en el uso inadecuado de los recursos de la nación.

 A los caídos, honor y respeto, porque nunca olvidaron que es un honor ser policía.

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