Por Jaime Restrepo Vásquez
Cuando en el ejercicio del periodismo se participa en
marchas o plantones, la profesión exige no vincularse con las arengas y
reclamos que se gritan en esas actividades ciudadanas.
Confieso que en muchas ocasiones he tenido que morder mi
lengua para no sumarme a los gritos de los marchantes, pues siento y pienso que
son reclamos legítimos y plenamente justificados.
Recuerdo que en la avenida San Juan, justo al frente de
La Alpujarra, en una de las tantas marchas contra Petro y Daniel Quintero, una
cantante le dedicó la canción Rata de dos patas al
detestable inquilino del piso 12 de la Alcaldía.
Mientras la multitud coreaba «rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho», el nefasto hampón decidió salir a la azotea de la Alcaldía, guardando una distancia extrema, pues sabía que, si bajaba y ponía la cara, el linchamiento sería inevitable. ¡Cómo hubiese querido unirme a ese coro y gritar con todas mis fuerzas que el alcalde era una rata y mucho más!
Por eso siento envidia de los centenares de asistentes al Congreso Empresarial de la ANDI que le pudieron dar unas cuantas «caricias verbales» al hampón que funge de precandidato presidencial, aunque él ya se autoproclamó, a la salida de la rechifla en Cartagena, como candidato… ¡Es que ni siquiera sabe lo que está haciendo!
Me hubiese encantado gritarle en su cara que es un ladrón, que destruyó y saqueó a Medellín, que desde mis más profundas convicciones creo que no debería estar en la calle sino en un calabozo —porque una celda es mucho para semejante escoria— y que es una vergüenza para Medellín y para Antioquia.
Aquí les dejo un resumen del poema contra Quintero Calle en Cartagena:
Pero ojo, los momentos de efervescencia ocasionados por la indignación que causa su sola presencia, el bandido los aprovecha para hacer alguna de sus cantinfladas, esas que tanto gustan al vulgo manipulable que compra los espectáculos bochornosos como demostraciones de valor y termina finalmente votando por desadaptados, degenerados y corruptos como Quintero Calle.
Además, los espectáculos del corrupto imputado, como los del Amazonas y Cartagena, demuestran que es un pararrayos que sirve para atraer todos los rayos, truenos y centellas, mientras los verdaderos aspirantes del Pacto Histórico siguen su camino sin muchos obstáculos, pues toda la rabia e indignación termina recibiéndolos el patán que, por desgracia, dice que gobernó a Medellín.
Es evidente que Daniel Quintero Calle es una estrategia de manipulación para que la gente haga catarsis y le lance toda la hostilidad de tal manera que Bolívar, Pizarro, López y Cepeda puedan seguir tranquilamente con sus campañas y no reciban tanta atención negativa de la ciudadanía y de los medios de comunicación.
La guerra planteada por el petrismo requiere atender varios frentes al mismo tiempo, pues no es conveniente descuidar a ninguno de los depravados que propone el Pacto Histórico como figuras para profundizar la dictadura propuesta por Petro. Hay que «atenderlos» a todos. Hay que desnudarlos a todos, así el trabajo sea descomunal.
Como dice mi amigo Nelson Hurtado, ellos no juegan con las mismas reglas que los demócratas. De hecho, la concepción de combatir al enemigo único interno no es viable en lo individual, pues son varios los alfiles, y los saltimbanquis como Quintero, que quieren llegar a la Casa de Nariño.
No obstante, todos ellos tienen un común denominador que es el verdadero enemigo interno a combatir: el Pacto Histórico, el mismo que se debe excluir, con la fuerza de los votos, de cualquier actividad política, social y ciudadana. Y esa exclusión debe hacerse efectiva, en primer lugar, el 8 de marzo del año entrante, cuando los demócratas votaremos por todo aquel que sea contrario a lo que representa el petrismo.
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