Por
Jaime Restrepo Vásquez
El laboratorio fundamental del petrismo en Colombia fue el paso desastroso de Daniel Quintero por la Alcaldía de Medellín. Las barreras que interpuso la casta que respalda en la sombra al siniestro personaje fueron suficientes para impedir que los medellinenses sacaran a patadas al peor alcalde en la historia de la ciudad.
De nada valieron los esfuerzos de miles de ciudadanos, ni el valor de unos cuantos que asumieron el liderazgo de esa quijotada: fue suficiente con tener a un oscuro consejero como César Abreo en el Consejo Nacional Electoral para evitar que Quintero fuera expulsado de La Alpujarra.
Más allá de las victorias o derrotas morales, de la exitosa revocatoria social que padecen Quintero y sus esbirros, el hecho de tener a personajes corruptos, amorales y codiciosos como el ahora imputado exalcalde en un puesto de poder significa una pérdida enorme de recursos que terminan indemnizando a las víctimas de la canalla en el poder.
La prueba de lo anterior es que Quintero, poco antes de terminar su criminal periodo en la Alcaldía, decidió otorgar un contrato para la reparación de la malla vial de Medellín por 65 mil millones de pesos.
Lo anunció con bombos y platillos, como si fuera la solución definitiva para los problemas de movilidad en la ciudad, propaganda lógica de Quintero si tenemos en cuenta que tenía que tratar de mostrar que hizo algo distinto a saquear los recursos de Medellín.
Lo que no dijo el corrupto imputado Quintero es que el contratista que obtuvo la licitación —Consorcio Construcciones C-2023— no fue el primero en la lista de elegibles y que al verdadero ganador de la licitación —Consorcio Génesis— le hicieron el feo para poder hacer otro de los acostumbrados negociados a los que Quintero Calle se acostumbró en Medellín.
Pues bien, el Consorcio Génesis fue siempre la primera opción en ese contrato, de acuerdo con el Comité de Estructuración y Evaluación Contractual. Además, su propuesta era la más económica y cumplía con los requisitos jurídicos, legales y técnicos.
Como es lógico, el Consorcio Génesis demandó y acaba ganar su proceso ante la justicia. Así las cosas, la tropelía de Quintero nos costará a los medellinenses más de 2.358 millones de pesos como indemnización para la empresa afectada, conforme a una decisión del Tribunal Administrativo de Antioquia, que además declaró la nulidad del contrato al considerar que se vulneraron los principios de transparencia y selección objetiva.
Son cerca de 2 500 millones de pesos que se podrían utilizar, por ejemplo, atendiendo a las miles de víctimas que ha dejado la temporada de lluvias, o en el programa de becas para los estudiantes más vulnerables, o en el mejoramiento de las instalaciones educativas o en las miles de necesidades de la ciudad.
Pero no. Quintero tenía otra intención, otros intereses que lo llevaron —junto con sus cómplices— a imponer a la fuerza a un contratista que, para colmo de males, terminó cediéndole el contrato a un tercero. Al final, el propósito del negociado era asaltar el erario y lo cumplieron a cabalidad. Al tercero en discordia tendremos que pagarle más de 60 mil millones, porque dice la justicia que «algo hizo».
El caso de la reparación de la malla vial es una colección de todas las formas de corrupción que se aplicaron en Medellín durante la «administración» de Daniel Quintero Calle.
Este
ejemplo, además, muestra que el costo de elegir a un corrupto, y de mantenerlo en el
cargo, es enorme para la ciudadanía y que los mecanismos para revocar a los
delincuentes que llegan al poder deberían ser más expeditos a fin de evitar, en
lo posible, que se pierdan más recursos de los que se roban los politicastros
en su accionar cotidiano.
Quintero Calle es una peste que arrasó con Medellín y su llegada a la Alcaldía nos cuesta y nos costará miles millones de pesos. Sin embargo, en el resto del país, hay ignorantes y estúpidos que dicen que votarían por semejante hampón sin pensarlo dos veces. ¡Y después nos quejamos de la situación de Colombia!
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