Por Jaime Restrepo Vásquez
Las declaraciones, alevosas como todo lo que sale de la boca de Petro, sobre el trámite de la consulta popular en el Congreso de la República, son una notificación de hasta dónde está dispuesto a llegar para apuntalar su permanencia en el poder.
De hecho, en dichas declaraciones, Petro esbozó tres opciones claras para el futuro de su nueva obsesión, la consulta popular. La primera opción es que el Senado apruebe la convocatoria.
La segunda es que no sea aprobada, para lo cual, Petro ya notificó que llamará a sus fuerzas paramilitares a la calle —ELN, FARC, Primera Línea y Minga indígena— para que impongan el capricho a la fuerza, por vías de hecho y con toda la violencia posible.
Conociendo la naturaleza terrorista, resentida y revanchista de Petro, uno podría suponer que la segunda es la opción que le hace agua la boca, pues tendría todo servido para declarar una conmoción interior nacional y así, con facilidad, lograría atornillarse en el poder de una vez por todas.
No obstante, a lo que se debe prestar atención es a la tercera opción en la cual, Petro, por decreto, convoca la consulta popular. Según la ley, el Senado de la República tiene un periodo de máximo 30 días para aceptar o rechazar la iniciativa de participación ciudadana.
Si no lo hace, la ley establece que el presidente, por decreto, convoca la consulta y da luz verde para la conformación de comités a favor o en contra de la iniciativa.
¿Por qué hay que prestarle atención a esta opción? Porque para Petro y sus huestes en el Congreso, puede ser menos desgastante que se cumplan los términos y no se logre la aprobación o el rechazo del Senado y el presidente, en esa egolatría suprema, asuma la decisión de proteger el derecho del «pueblo» a decidir en las urnas.
El mecanismo parece simple: la bancada de gobierno, con los aliados liberales, de la U, de los verdes y obviamente los conservadores de Trujillo —todos ellos sobornados con clientelas, burocracia y contratos— sabotearían el quorum, dilatarían las discusiones y poco a poco irían agotando el tiempo.
Hay que tener en cuenta que el asunto es una carrera contra reloj y que es muy posible que el obstruccionismo que practicó en el pasado el hoy oficialismo, sea para Petro un instrumento útil y deseable en la actual coyuntura para imponer, con argucias, la tal consulta popular.
AL CIERRE: aquí tuvimos a la indiamenta gobernando durante cuatro años y el resultado fue una ciudad convertida en un muladar —la indiamenta sabe cómo crear basureros como pasó, por ejemplo, en el Parque Nacional en Bogotá—, saqueada, destruida y desarticulada en lo social.
Ese fue el experimento que hicieron en el laboratorio llamado Medellín y que vienen replicando con contundencia en todo el país. Por eso, en ceremonias solemnes como el sepelio del Papa, mandaron al rincón a la indiamenta, no para invisibilizarla sino para que no causaran tanta vergüenza.
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