2026


 


Por Jaime Restrepo Vásquez

 

El 8 de marzo de 2026, es decir exactamente dentro de un año, se realizarán las elecciones legislativas en Colombia.

Esto significa que falta un año para decidir si Colombia quiere cambiar el rumbo de colisión en el que nos metieron Petro y sus bandidos o si vamos a profundizar el socialismo de miseria y terror que promete el petrosantismo.

Muchos están desvelados por la campaña presidencial pero la nación ha descuidado, y esto ha ocurrido desde siempre, las elecciones legislativas. Ese es un error que nos puede costar lo poco que nos queda de democracia y libertad.

Si queremos detener el curso de impacto, lo primero que necesitamos hacer es elegir un Congreso decente, no proclive a las dádivas y sobornos del ejecutivo, es decir, alejado de la aplanadora de Benedetti.

No solo eso. Es indispensable que los electores le pasemos una fuerte cuenta de cobro a los partidos tradicionales, liberal y conservador, que han tenido, ante los micrófonos, un discurso de independencia mientras que en la práctica son aliados obsecuentes del proyecto petrista.

Además, hay que difundir hasta el cansancio que esos partidos que posan de independientes, como los verdes, simplemente utilizan estrategias de maquillaje para tratar de deslindarse en el debate electoral de la catástrofe Petro. Sin embargo, por sus frutos los conoceréis y ellos han demostrado ser idiotas útiles y serviles del actual presidente.

Si los colombianos no tomamos decisiones radicales en las urnas en las elecciones del 8 de marzo de 2026, como un contundente voto castigo para los vendepatrias, de nada valdrán el llanto y el crujir de dientes cuando todo el proyecto socialista se haya consumado.

Además, ese día se definirán los resultados de las consultas interpartidistas de cara a la primera vuelta presidencial que tendrá lugar el 31 de mayo de 2026. Seamos claros: el 8 de marzo del año entrante es un día crucial para la democracia colombiana. Eso lo saben los partidos, las microempresas electorales, los corruptos, los mediocres parásitos de las listas cerradas como la Boreal y la Zuleta; los de las operaciones avispa y los ciudadanos estúpidos que venden el voto por un tamal o por una teja.

El gobierno se aplicará a fondo en conceder medidas populistas e inconvenientes como la rebaja de los servicios de energía, con presiones, paros y asonadas que son la especialidad en el menú del petrismo. Además, rodarán maletines al estilo Sarabia, o bolsas negras al estilo Petro, para comprar votos, consciencias y decisiones electorales.

Circularán, como suele hacerlo el petrismo, promesas más osadas que el tren volador o el aeropuerto en un moridero: estarán dispuestos a prometer que mantendrán con «dignidad» a quienes no quieran trabajar, que llevarán universidades a sitios en los que un profesor mínimamente sensato jamás aceptaría una cátedra o cualquier otro disparate con tal de darles herramientas de justificación a sus electores comprados.

Además, reavivarán odios, seguirán profundizando la lucha de clases y dejarán en manos de sus fuerzas siniestras —la Primera Línea, el ELN o las FARC— el «enderezar» a todo aquel que, en los sitios en los que ejercen control territorial, se niegue a sumarse al proyecto de Petro y de Juan Manuel Santos.

El panorama es crítico y el 8 de marzo de 2026 se definirá si entramos por muchos años en el agujero negro del socialismo o retomamos la senda de libertad y democracia que quiere sepultar Gustavo Petro con la ayuda de sus esbirros repugnantes en el Congreso de la República.

Llegó el momento de publicar listas, de señalar a los traidores, de dejar al descubierto a los tránsfugas que fueron elegidos con unas propuestas políticas y luego, ya en la curul, se vendieron por puestos, por los dineros expoliados de la UNGRD o del Invías o por cualquier migaja que arrojara el emperador desnudo, don Gustavo I.

¿Ya pensó por quién votará para la Cámara de Representantes y el Senado de la República el próximo 8 de marzo de 2026? Esa es una tarea inaplazable. Hay que castigar a los vendidos y premiar a quienes han tenido la entereza de defender la democracia y la libertad en el Congreso.

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