A PETRO, COLOMBIA LE VALE HUEVO




Por Jaime Restrepo Vásquez

La palabra irresponsable define a Petro como cabeza de las políticas económicas. Suspender la regla fiscal, es decir, sacar del camino el obstáculo de no gastar más de lo que ingresa, es una pesada carga que el dictador está imponiendo sobre toda la nación.

Ciertamente, la situación de las finanzas de la nación es crítica. Eso no es culpa ni de los de Chapinero rico, ni de los riquitos del Poblado, ni de los neoesclavistas: es responsabilidad absoluta y total de Gustavo Petro.

Si en su hogar, además de su salario, ingresan unos pesos por cuenta de la venta de algún producto y usted decide comportarse como un patán con su empleador y coger a patadas la venta adicional, ¿qué cree que va a pasar? Es simple. Su empleador lo despedirá. Si además, usted prohibió la comercialización del producto que hacían en casa, los recursos adicionales tendrán que salir de otra parte. Así las cosas, su familia tendrá dos opciones: o morirse de hambre o endeudarse a más no poder.

Pues bien. Con sus acciones camorreras y dogmáticas, Petro ha sido un verdadero patán con aquellos que generan empleo, es decir, con los que pagan impuestos. Es como si usted insultara y presionara al dueño de la empresa que lo tiene contratado.

El delirio de Petro de asfixiar a los empresarios no se circunscribe a los famosos cuatro mil más ricos, sino que incluye a todos los emprendedores y en especial a los sacrificados propietarios de pequeñas y medianas empresas. A ellos, el patán los está estrangulando con impuestos, retenciones en la fuente de años siguientes y mayores costos laborales.

El resultado de lo anterior es que el empleo formal decrecerá, es decir, se reducirá el pago de impuestos, las obligaciones de las Pymes crecerán como espuma y los dueños deberán hacer ajustes para tratar de sobrevivir. Además, al escoger entre pagar la carga tributaria o la nómina, la decisión siempre será favorecer a la empresa por encima de los caprichos del dictador. Eso, a la postre, tiene como consecuencia que el recaudo del gobierno disminuye, como está pasando hoy en día, porque la premisa es mantenerse a flote.

En cuanto a los recursos adicionales, los que se pueden comparar con la actividad comercial secundaria en un hogar, Petro tomó decisiones que destruyeron las finanzas públicas. La obsesión con el petróleo y el carbón lo llevaron a suspender la suscripción de contratos de exploración y explotación de hidrocarburos, lo que implica que las regalías y los impuestos se están quedando enterrados, afectando el delicado equilibrio financiero del Estado.

Además, a lo anterior se suma el embeleco de no exportar carbón, lo que da como resultado que los recursos fabulosos provenientes de esas áreas ya no llegan al Estado y esto, como lo estamos viendo, golpea las finanzas públicas de manera contundente. Esto puede parecer una anécdota, pero la realidad es que esos recursos que terminaban irrigándose a la economía doméstica —pagando impuestos— ya no están disponibles.

Lo peor es que las rentas por hidrocarburos no se rescatan con un simple cambio de gobierno. Una exploración de petróleo y gas puede demorar años antes de que el nuevo pozo entre en operación y, es obvio, comience a generar utilidades, impuestos y regalías. ¿Y mientras tanto? ¡A vivir del crédito! Ciertamente mucho más caro por las estupideces dogmáticas, pero respetuoso de la ideología del dictador.

La realidad del mercado y del capitalismo que Petro tanto odia, le está dando una verdadera paliza al presidente: dejó enterrada a la gallina de los huevos de oro y a los tontos que producen los tiene aferrados a un palo en medio del naufragio económico, social y político en el que nos metió. Ahora, a poco menos de un año de las elecciones presidenciales sacó del cubilete el conejo de romper la regla fiscal para financiar la campaña al Congreso y a la Presidencia. ¿Y eso quién lo va a pagar? ¡Fácil! Usted y yo. Gracias, Petro, por tanto.

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