A PETRO Y A LOS CRIMINALES LES ESTORBA LA LEY

 


Por Jaime Restrepo Vásquez

Cuando un profesional en cualquier oficio es incompetente, mediocre y agrandado, siempre encuentra la justificación para su incapacidad en las normas que no lo dejan actuar en libertad.

No hay nada más indignante que alguien que vive justificándose, en lugar de hacer bien lo que tiene que hacer. Pues bien, el caso del mayor mediocre de Colombia tiene nombre y apellido: Gustavo Petro.

Él, que escribió sobre piedra el juramento de que no convocaría una asamblea constituyente. Él, que prometió respetar la Constitución del 91. Él, que dijo que en tres meses acabaría con el conflicto entre el ELN y el Estado… Él, siempre él, mintiendo, engañando y justificando su estupidez y su ignorancia en las normas o en los demás.

A Petro le estorba la ley. El sujeto creyó que la Presidencia era sinónimo de monarquía absoluta y cuando llegó, porque evidentemente no sabía, se encontró con los obstáculos que todos sus antecesores han superado mediante asesorías eficaces y conocedoras, con inteligencia y estrategia y sobre todo con sentido común.

Esa visión trasnochada de absolutismo monárquico es la que obsesiona a Petro. De hecho, ya lo ha dicho en sus peroratas habituales y aburridísimas: el único sistema de gobierno que le sirve es aquel en el cual él ejerce el poder supremo sin restricciones legales ni constitucionales, concentrando en sí mismo los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. En otras palabras, Petro cree que su voluntad es la ley suprema.

Como se siente la encarnación de su particular y equivocada definición de pueblo, Petro quiere que la Constitución, la ley, las normas y las instituciones se adapten a sus caprichos y embelecos y no al revés, como ocurre en cualquier sistema democrático.

Por lo anterior, ante la incomodidad de una norma que no se ajusta a sus desvaríos, hace lo posible por derogarla, como está ocurriendo ahora con el servicio diplomático colombiano. El populista en campaña —Petro— propuso que los funcionarios del servicio exterior fueran mucho más profesionales de lo que eran en ese entonces (VER VIDEO).

Pero la camisa de fuerza de las normas, de los requisitos, de las exigencias mínimas establecidas para disponer de un servicio diplomático eficiente y eficaz, ya no le sirven al que decía querer profesionalizar las relaciones exteriores. Ahora quiere que cualquier Guanumen o cualquier Mafe Carrascal, la «brillante» Carrascal, tengan a su disposición los anhelados cargos diplomáticos.

Como de costumbre, las leyes le estorban y ahora enfila baterías para que sean eliminados los requisitos para ser embajador de Colombia y así poder nombrar a los más mediocres que son, a la postre, los únicos que quieren acompañar a Petro porque saben que, en un gobierno medianamente competente, no tendrían la menor posibilidad de llegar a una embajada.

Un individuo que continuamente es incapaz de someterse al imperio de la ley es un simple hampón, como él mismo describió a un gobierno que se abraza con criminales. A alguien que no le gustan las normas y la Constitución porque no están hechas a la medida de sus devaneos o porque es incapaz de gestionar las discrepancias ajustándose a las normas, es sencillamente un incompetente mediocre que no puede liderar los destinos de una nación.

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